Ahí dormida
- Sara Fernández González
- 8 feb 2019
- 2 Min. de lectura

Siempre me pregunto qué habré hecho bien en esta vida para que me conceda el privilegio de despertarme antes que tú. Sinceramente no lo sé, pero lo volvería a hacer una y mil veces más. Nunca me cansaría de verte ahí, dormida, haciendo del mundo un lugar mejor incluso cuando duermes. Estoy seguro al cien por cien que no te gustaría verte; ahí, despeinada, con mi camiseta, sin maquillar, sin peinar, ... y mil excusas más que se te pasarían por la cabeza. Pero que quieres que te diga, estás guapa a rabiar.
Noto tu respiración suave, calmada, acompañada de algún que otro suspiro pasajero. Estás en calma, en paz; como si nada te afectara, como si todo nada te importara. Te caen varios mechones de pelo por la cara y te los aparto detrás de la oreja. Eso siempre queda muy bien en las pelis, pero más en ti.
De vez en cuando pones morritos de pato y mueves los pies, enredándolos entre las sábanas. Sé te ve un poco más de piel de la debida e intento apartar la mirada, no vaya a ser que te coma a besos en ese instante. Paso mis dedos por tus brazos hasta llegar a tu espalda. Noto como se eriza tu piel y una leve sonrisa en tus labios. Recorro todas las facciones de tu cara y te doy un ligero beso en los labios. Te estremeces y te acercas sin darte cuenta un poco más a mí.

Me encantaría sacarte fotos, pero es que si me muevo, me perderé el maravilloso espectáculo que es verte ahí dormida. Y más importantes son los momentos y los recuerdos, que una foto. Eso sí, siempre me pregunto qué soñarás. ¿Sueñas conmigo? ¿O que vuelas? ¿Alguna vez has tenido alguna pesadilla? Porque recuerda, yo mato monstruos por ti o lo que haga falta. Que tú siempre deberías soñar alto y bonito.
Sé que si supieras esto dirías que soy un exagerado y pondrías los ojos en blanco, entonces estos momentos me los guardo para mí. Y lo que nunca sabrás, es que viéndote hoy, ahí dormida, he sabido que eras el amor de mi vida. No sé que tiene de especial este día a los demás, pero te aseguro que he visto nuestro futuro. Nos he visto en esta misma cama, quién sabe cuántos lustros más tarde (y con cuántas arrugas más) despertando juntos. Quizás nuestros hijos nos despertasen saltando y riendo como locos, mientras tú te desperezas y les enseñas esa bonita sonrisa que tienes. Esa sonrisa que regalas al mundo sin pedir nada a cambio. Esa sonrisa que me tiene por la calle de la amargura.

Entonces poco a poco te vas despertando. Abres los ojos lentamente y yo me hago el dormido. Sin tan ni siquiera verte he notado tu sonrisa. Noto tus labios secos en los míos, miras el reloj y te acurrucas junto a mí un poco más (si puede ser). Y te vuelves a dormir.
Entonces yo abro de nuevo los ojos y te admiro (no hay mejor palabra que describa el verte) ahí, dormida.
Commentaires