Nuestro primer día
- Sara Fernández González
- 1 oct 2017
- 3 Min. de lectura
Parece que poco a poco voy digiriendo los hechos. Parece que ya no dueles tanto, aunque bueno, solo parece. Todavía no se ha vuelto verdad. Hoy estoy muy cansada, es domingo y la semana ya pesa. Quizás sea mayor el peso desde que te fuiste, no lo sé. A veces te culpo de todo. Es más fácil hacerlo que culparme a mí misma. Aunque eso ya lo hago bastante. No sé por qué ni cómo me vino a la cabeza el día que nos conocimos. Bueno, ya te conocía antes de vista, pero me refiero al día en el que nos conocimos bien. El día a partir del cual fuimos nosotros.
Era un sábado, no sé de que mes, pero eso ya no importa ahora. Yo había salido con las chicas como casi todos los fines de semana. Época en la que disfrutábamos de verdad. Todas juntas. Unidas siempre. ¿Sabes? Siempre salíamos pensando en que íbamos a ligar. Pensábamos que íbamos a encontrar a alguien que mereciera la pena. Alguien que nos mereciera de verdad. Lo creíamos a pies juntillas, a pesar de que al final de la noche nos lleváramos una decepción. Siempre tuve las expectativas muy altas, todas las teníamos.

Entramos en el bar, todas cogidas de la mano, en fila india como en el colegio. No sé por qué tenemos esa manía. Es un acto reflejo. Será porque no queremos perdernos entre tanta gente. Esa noche (el concepto de noche era diferente al de hoy en día) aquello estaba hasta los topes. Nos dirigimos al sitio de siempre. Ese que estaba al fondo del todo, subiendo el escalón, girando a la izquierda, muy cerca de la barra. Desde ahí teníamos unas vistas perfectas. Veíamos entrar y salir a todo el mundo. Aunque conocíamos a la mayoría de la gente, siempre oteábamos el horizonte en busca de alguien que nos llamara la atención. Estaba el ex de alguna, el ligue de una noche de otra y posiblemente el amor de mi vida esperándome. Buscábamos una camisa, una mirada o una sonrisa que nos indicara que era el adecuado.

Vi a tus amigos (esos que teníamos en común) cerca de nosotras. Me saludaron y me acerqué a ellos. Ellas vinieron conmigo. Los saludé y después de una miradas furtivas entre ambos grupos, cada uno volvió a lo suyo. Bailamos, cantamos hasta quedarnos afónicas y bebimos con moderación. Siempre fuimos chicas buenas. A día de hoy lo seguimos siendo. Me acuerdo que tropecé contigo. Ahora me pregunto si fue casualidad o lo hiciste adrede. Nos sonreímos, nos pedimos perdón y todo volvió a la normalidad.
No te voy a engañar. Quedaría bonito decirte que nada más verte sentí algo especial. Pero no fue así. Todavía no creo en el amor a primera vista. Todavía. No sé si sonaba una bachata, un merengue o una cumbia. Algún ritmo latino seguro. De esos que incluso logran moverme a mí del sitio. Te guste o no, vas a acabar moviendo las caderas y contoneándote un poco. No me acuerdo de la canción, lo siento. Ojalá lo hiciera, porque seguro que la escogería como nuestra. Solo nuestra y de nadie más. ¿Por qué no tenemos una canción? Todas las parejas la tienen, ¿no? Ah, ya sé. Porque tú y yo nunca fuimos pareja (tengo que repetírmelo para interiorizarlo).
La cuestión es que me sacaste a bailar. Sé que no te acuerdas, pero fuiste la primera persona en hacerlo. Así, espontáneamente, sin ningún esfuerzo.

Estábamos muy nerviosos. Parecíamos dos patos mareados. Nos pisábamos y no parábamos de reírnos. Lo mejor fue cuando me hiciste girar y por poco me caigo. Hasta ese momento no pusiste tu mano en mi cintura. Bailábamos distanciados, pero cogidos de la mano. Ni tan siquiera nos mirábamos a los ojos. Los teníamos pegados a nuestros pies. No sé si era por la vergüenza que estábamos pasando o porque ambos queríamos hacerlo lo mejor posible. Seguro que ninguno de los dos quería defraudar al otro.
Yo solo sé que fui feliz, porque lo recuerdo con una sonrisa en la cara. Por un momento no pensé en los demás. Solo estábamos tú y yo. No quería que acabara la canción, pero lo hizo muy a mi pesar. Aun así seguimos hablando toda la noche hasta que nos fuimos.
Quiero agradecerte el detalle que tuviste esa noche conmigo. Siento no habértelo dicho primero. Pero sí sirve de algo, tengo que decirte que a día de hoy nadie más me ha sacado a bailar. Ni yo creo que quisiera a otro que no fueras tú, porque esperaba que volvieras a ser tú al que pisara, tú al que me acercara poco a poco. Tan cerca que consiguiera posar mi cabeza en tu hombro y suspirar, sabiendo que lo había vuelto a conseguir de nuevo. Pero sé que eso no va a ocurrir nunca más. Solo me queda el recuerdo de aquella noche, a partir de la cual nunca nos soltamos.
Commentaires