Y volviste, y me revolviste
- Sara Fernández González
- 5 sept 2017
- 3 Min. de lectura
A día de hoy sigo sin entender que tenía de especial para ti aquella noche. Qué pasó para que decidieras joderme la vida. No sé que sé te pudo pasar por la cabeza o sí las copas de más te afectaron más de lo normal. Quién sabe, creo que ni tú ni yo lo sabemos. Pero de haberlo visto venir, hubiera huido como muy cerca a Saturno.
¿Sabes? Ya no pensaba en ti. Después de más de dos años, tú ya no eras mi prioridad. Ya no buscaba tu mirada en los bares, ni hacía que nuestros hombros chocaran levemente al pasar, como si fuera todo producto de la naturaleza de la vida. Como si todo fuera casualidad y no llevara detrás un plan maestro, dándole vueltas al coco. Tampoco buscaba el contacto de tus manos al encontrarnos. Esos dedos que se entrelazaban furtivos, tapados por el resto de cuerpos, mientras ambos tomábamos direcciones opuestas y tu otra mano ya presumía de compañera.
Apareciste como siempre. Sigiloso, en la distancia. Midiendo cada uno de tus movimientos para no hacer ruido, para no llamar la atención. Pero yo te vi. Siempre te noto.
Estabas tan guapo como siempre, para que negarte ese privilegio. Me desconcertó que me miraras y me sonrieras. Eso ya era demasiado para ti. Pero más lo era para mí, al comprobar lo rápido que me latía la patata.

Necesitaba unos minutos para serenarme. Anhelaba la soledad y me alejé de todo. Todo iba de maravilla y parecía que la noche iba a ser otra cualquiera, hasta que pronunciaste mi nombre. Tardé unos segundos en darme la vuelta. Quería oírlo de nuevo, quería disfrutar de esa voz que un día creí perder. Esa voz que ya no me llamaba, esa boca que nunca pronunció un te quiero.
Demandaste mi compañía por un rato. Solo hablar, me dijiste. Tenía miedo. No de ti, si no de mí misma. ¿Cómo iba a aguantar sin besarte? ¿Sabes? Te echaba de menos. La vida nos iba bien, más a ti que a mí, pero nos iba bien. No dejabas de mirarme y me sentía como una chiquilla de quince años enfrente del amor de su vida. Tú lo eras, yo no. Pero claro, no todo acababa ahí, ¿no? Tenías que revolverme por completo, si no no serías tú. Te despediste con un simple beso en los labios, pero yo quería más y tú también. Yo me contuve, tenía amor propio.
Me alejé dispuesta a intentar empezar de nuevo, pero me asusté al comprobar como una mano que conocía muy bien a la mía me cogía y unos labios buscaban de nuevo los míos. ¿Tú buscándome a mí? Eso si que era una sorpresa. Ávidos y con los corazones a mil, mi mente revivió todos los momentos vividos. Por un momento creí firmemente que todo volvía a ser como antes. Pero sabía que no, yo solo era un recuerdo del pasado, una espinita clavada. Tú ya tenías a alguien, aunque después de aquello no sé si la querías tanto.
Estaba viviendo la misma situación que en el pasado, solo que esta vez creo que yo era la otra. ¿O no? Si te soy sincera, contigo ya no sé nada. Ni siquiera te entiendo ni sé si quiero. Porque llegaste y me revolviste, joder. ¡Vaya si me revolviste! Y me jodiste también, pero la vida. Ojalá lo hubieras hecho de otra forma.
Ahora ya sé que si tú llamaras un día a las tres de la madrugada, yo iría.
תגובות